(Publicado en Artnexus, No.100, March- May, 2016 )
Una exposición personal de la joven artista cubana Diana Fonseca inaugura el año 2016 en Sean Kelly Gallery, junto a otra muestra personal de la prematuramente fallecida artista belga Ilse D’Hollander. Ambas muestras coinciden en descubrir al publico neoyorkino el trabajo de dos talentosas artistas mujeres de zonas geográficas y culturales bien distantes una de la otra, y con acercamientos divergentes en su producción artística pero que confluyen, tal vez, en el hecho de ofrecer una obra marcada por la sutileza y por un alto potencial sugestivo.
La exhibición de Diana Fonseca que ocupa la sala frontal de la galería así como el nivel bajo de esta, resulta ser una selección de trabajos que ilustran aquellas exploraciones que la artista ha venido desarrollando desde hace varios años, y que sin dudas hacen de ella una de las voces femeninas más sólidas e interesantes del panorama visual cubano en la actualidad, aunque su reconocimiento internacional ha comenzado a llegar solo recientemente. La muestra que hoy se exhibe en Sean Kelly Gallery es de hecho, su primera exposición personal fuera de Cuba.
Esculturas, instalaciones, videos y pinturas se alternan en los dos espacios que ocupa la muestra y que permiten discernir los rasgos principales de la poética de esta artista. Los videos Pasatiempos (2004), Caminando por La Habana (2007), Los amantes (2007) y Ausencia (2015) dan cuenta, no solo de una trayectoria sostenida de trabajo con el medio, sino de la eficacia y la coherencia con las que ha sido empleado. En las dos primeras obras, a partir de divertimentos infantiles como intentar coser en la capa más superficial de la palma de la mano, o jugar con los dedos índice y del medio como si de una forma humana que camina se tratara, Diana articula señalamientos sobre temas que afectan su realidad: el entorno, la ciudad, las aspiraciones o los sueños de una sociedad sumida por décadas en la precariedad material. Tales cavilaciones se manifiestan también en las pinturas exhibidas, que han sido realizadas en el pasado año 2015. Se trata de collages en los que se superponen fragmentos de capas de pintura extraídos de muros y fachadas de La Habana. El título de la serie Degradaciones, establece un ambivalencia semántica que se refiere tanto al efecto cromático como al real drama del desgaste y la decadencia que sufren, no solo los espacios arquitectónicos de la ciudad o del país sino las estructuras materiales y simbólicas sobre las que se desarrolla esta sociedad. La degradación está presente lamentablemente en todos los ámbitos de la vida en la isla.
Una obra que de algún modo sintetiza las búsquedas de estas propuestas es Ausencia (2015), en la se cual vincula la pintura y la imagen en movimiento. Se trata de un video- performance en el que la artista va pintando con color azul minúsculas plantas, que al ser coloreadas se funden con el fondo/cielo, dejando únicamente una espiga con su color original, en contraste con el entorno. Se trata de una imagen de la soledad y el sentido de pérdida que genera la ausencia. Y no puedo evitar pensar que asimismo se funden con el cielo y desaparecen generaciones de cubanos que emigran de la Isla, dejando en los que quedan la sensación de ser minoría que permanece, el vacío del espacio físico y afectivo, ese profundo sentimiento que da título al video.
Con igual dosis de lirismo y agudeza la artista genera comentarios sobre el ámbito ideológico al intervenir los tres tomos de El Capital, texto que resulta eje medular del proyecto socialista cubano. Como si de una travesura se tratara, los volúmenes han sido privados de la letra “o” en todas sus páginas, y estas se amontonan como confetis en una pila, dejando en los primeros miles de horadaciones, ceros, espacios vacíos. El resultado es tan ininteligible y desconcertante como lo es el propio sistema que las ideas contenidas en dichos libros ayudaron a crear.
También la literatura sirve de base para el juego representacional que se establece en la obra Simulación y Simulacro, una video-instalación que nos remite de inmediato al célebre libro Simulacres et Simulation de Jean Baudrillard, en el que se desarrolla toda una teoría de la cultura contemporánea y de la postmodernidad a partir del abordaje de estos conceptos. Fonseca articula, entonces, un lúdicro diálogo con dicha fuente al proponernos un delicioso aterrizaje de la experiencia de la simulación en el ámbito de lo cotidiano. En este caso, un ventilador en funcionamiento bate con su brisa las hojas del propio libro de Baudrillard, lo interesante es que el libro no existe allí físicamente sino su simulacro, la proyección de un video en el que este ha sido filmado previamente, lo cual no impide que sus hojas se muevan perfectamente al vaivén del aire que emite el ventilador. A fin de cuentas… ¿ Qué importa ya en el mundo de hoy que las cosas sean físicas o virtuales, ficticias o verdaderas?
Así reacciona Diana antes los estímulos de su realidad cotidiana, la cual transforma en imágenes poéticas con un gesto mínimo, sutil, a veces marcado por tintes cándidos, a veces nostálgicos, pero siempre con el lirismo y la frescura de un juego seductor.